Intrépido, insaciable y sujetivo

Así es el ser humano, en su afán de grandeza, es capaz de crear palacios, de destruir montañas, de causar tempestades, y una de las más fuertes en él, es la que lleva en su interio, esa fuerza inherente a su naturaleza. El saberse un ser desprotegido ante magnitudes mucho mayores, tiembla como cachorro asustado, pero golpea con la enegía de un trueno. Es la más tierna de las criaturas, y el más creativo de los personajes de este mundo.



Conozcamos un poco más los fantasmas internos que lo hacen rey y mendigo, que lo vuelven tirano y el más dulce de los seres.



26 de abril de 2011

Martínez Cabrera Brenda Karina


 
Te vas a morir de hambre

Estar aquí no ha sido nada sencillo. Realmente me ha costado muchas cosas: familia, amigos, y sobre todo… estabilidad, comodidad y lujo. No sé por dónde empezar a contarles lo que me acontece, pero de una cosa estoy segura, lo que me pasa, me hace sentir con ganas de seguir así cada día más.

Bien, empezaré por presentarme. Mi Nombre es Natalia Esperón. ¡Esperón!… que linaje tan más difícil el mío. Y lo digo no sin argumentos, pues los Esperón somos de las familias más conocidas de Puebla, por ser dueños (más bien mis padres) de una de las cadenas más importante de restaurantes en México, por lo cual, siempre estamos en boca de todos, algo que no va mucho con mi personalidad y por lo cual siempre tuve problemas con mi mamá. Mi papá, siempre fue mi más fiel admirador e impulsor de mis locuras y sueños. 

Cuando tenía cinco años, mi madre, Doña Julia Esperón, me mandaba a clases de karate, francés, inglés, regularización y no sé que otras tantas cosas. Doña Julia, como así prefiero llamarla, es de esas madres que piensan que mientras menos tiempo libre para el juego tenga un niño, mejor. De esas madres que van visualizando un futuro para sus hijos, sin saber si estos, llegarán a él. En fin, solo le agradezco a Doña Julia que no me quede con ganas de probar alguna clase. Otra de las cosas que agradezco, es que dentro de las tantas clases que me hizo tomar, una de ellas marco radicalmente mi pasado, mi presente y supongo, seguirá marcando mi vida. Esta clase fue: la danza. 

¿Cómo empecé en esto de la danza? ¡Oh sí! Recuerdo que un día, acostada en mi cama, mi madre se acerco a mí y grito aterrorizada: “¡Tienes los pies planos!”. Jajaja, cualquier imperfección era como un castigo divino para ella. Inmediatamente me llevo con el ortopedista, el cual, le recomendó que me llevara a clases de ballet para corregir mi “imperfección”. Ahora no saben cómo le doy gracias a esos pies planitos que tenía de chiquilla. Y desde mis cinco hasta lo trece años, la danza y yo fuimos las mejores amigas, sin ningún impedimento. 

Cuando cumplí diez años, tuvimos que mudarnos al Distrito Federal por compromisos laborales de mi padre. De pasar de la pequeña academia de baile de Doña Leonora, la academia “Arabesque”, pasé a la gran “Escuela Nacional de Danza “Nellie y Gloria Campobello”, donde mi preparación como bailarina empezó a tomar forma. Nada era fácil para mí. La escuela, las amigas, la edad de la punzada y sobre todo mi madre diciéndome que mi “imperfección” hace muchos años se había corregido, no permitían que mi gran amistad con la danza siguiera siendo tan plena y sin baches. Doña Julia, ahora me decía que en lugar de pies planos, tenía pies llenos de callos y juanetes. Y déjenme decirles, que qué bonito se siente tener los pies así llenos de callos y juanetes, cuando sabes que lo que lo ocasionó, es algo que amas hacer.

Para Doña Julia, el baile se había convertido en una pérdida de tiempo. Mi padre, era el único que asistía a mis presentaciones y que costeaba mi carrera dancística. Había cumplido ya dieciocho años y no sabía que fregados estudiar. Mi madre me llenaba la cabeza de ideas como: “Estudia administración, para que sigas con el legado de la familia Naty.” Tenía que tomar una decisión, y entre tanto que pensaba, llegue a la conclusión que si el baile era lo que amaba, quería seguir amando. El baile sería mi forma de vida. 

Cuando le conté a Doña Julia mi decisión, casi me deshereda, más bien, si me desheredo cuando vio que la decisión era en serio. Mi padre como siempre, fue el único que me apoyo. Las palabras de mamá fueron: casa o danza; mi decisión: danza.  Y así me fui de la casa con una cantidad moderada que mi padre me dio. Dirán que el apoyo de mi papá fue sólo material, sin embargo, no hay que juzgarlo, Doña Julia era una mujer de edad avanzada que no podía quedarse sola; pero mi padre siempre estuvo conmigo. Las últimas palabras de papá fueron: “Lucha por lo que quieras, tú eres la única que te destruye o beneficia”. Las últimas palabras de mamá: “Te vas a morir de hambre”.

Me fui a vivir a la casa de una de mis mejores amigas de la prepa, quien decidió estudiar para Trabajadora Social en la UNAM. Sus padres, tampoco la apoyaron. Con esa decepción familiar las dos decidimos salir adelante por nosotras mismas. Trabajé de mesera, en un café internet, en una tienda departamental y mil trabajos más, para poder solventar mis gastos. Fue la época más difícil de mi vida, y no tanto por la parte económica, sino por la preparación dancística. Siempre lo he dicho: expresar con el habla muy fácil, con el cuerpo, sumamente difícil.

Pasé por miles de audiciones para poder tener una oportunidad, pero nunca conseguí nada. Debo reconocer que México tiene un gran talento en danza. Durante unas vacaciones, mi amiga y yo decidimos ir al pueblo más alejado que pudiera existir; el propósito era pensar si lo que estábamos pasando era lo más conveniente para nosotras. La verdad, no fuimos tan lejos, fuimos a un pequeño pueblo llamado La Estrella en Pénjamo Guanajuato. Obviamente las condiciones ahí eran muy humildes, pero ha sido el mejor viaje de mi vida. 

Un día de ocio total y entre mis locuras, me puse a bailar en plena calle, ya que extrañaba bailar tanto, cuando unos niñitos se me acercaron y me dijeron que cómo hacia eso, así que empecé a enseñarles. Tanto les gusto, que durante las dos semanas que permanecí en la Estrella les enseñe un poco de lo que sabía. 

Cuando regresé al DF, seguí como mis clases de baile, pero ya no me sentía plena, algo me hacía falta. Extrañaba tanto a esos chiquillos. Así que tome una decisión. Ah que decisiones las mías, jajaja. Hablé con mi padre, quien desde ese momento se convirtió en mi patrocinador. Junto con él, abrimos una escuela en La Estrella, clases gratuitas para toda persona que quisiera dedicarse a la danza, como profesional o como simple hobbie. 

Todo marchaba de maravilla, hasta que Doña Julia, se enteró del apoyo que mi padre me brindaba y por obvias razones no pudo seguir con los donativos. Sin embargo, me siguió apoyando, ya no como antes, pero si con un pequeño porcentaje que me era de gran ayuda. 

Cuando pasó lo de mi madre tuve que cerrar la escuela en La Estrella, no saben a cuánta gente dejé triste, pero tuve que regresar al DF a seguir consiguiendo más apoyo para mi proyecto. Un día de suerte, en una de mis clases en “Nellie y Gloria Campobello”, llegó una convocatoria para un concurso en España, el ganador se llevaría $100 mil pesos. Junto con lo que ahorré de los donativos de mi padre, no lo dude y me fui a España. ¿Y qué creen? no gané el dinero, jajaja. No obstante, gané gran experiencia y amigos que me conectaron con buenos negocios acá en México. Pasé por un año de ardua lucha, hasta que con el dinero suficiente pude volver a abrir mi escuela en Pénjamo. 

Y hasta ahora la escuela va poco a poco. Debo admitir que es muy difícil sin apoyo económico, o bueno, no el suficiente, estar entrenando, dando clases, trabajando para sostener mi escuela, ir, venir, etc. Sin embargo, mis ganas de seguir aprendiendo siguen latentes cada día con más fervor.

No sé si esta pequeña historia les sirva de algo, si sí, que bueno, si no, no es mi problema, mi problema es seguir con una formación como persona y bailarina con lo que me alcanza y sin embargo jamás me atrapará al cien por ciento. Y créanme, tal vez no he comido lo que he querido, pero de hambre no me he muerto.

3 comentarios:

  1. Excelente tu cuento, parece una biografía, bonita. te quiero

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  2. jajajaja eso quisiera que me pasara :)

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  3. hermoso cuento, si que te hace reflexionar, sobre lo que las pasiones te impulsan a hacer, claro sin dejar de lado la constancia. (Leti)

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