Intrépido, insaciable y sujetivo

Así es el ser humano, en su afán de grandeza, es capaz de crear palacios, de destruir montañas, de causar tempestades, y una de las más fuertes en él, es la que lleva en su interio, esa fuerza inherente a su naturaleza. El saberse un ser desprotegido ante magnitudes mucho mayores, tiembla como cachorro asustado, pero golpea con la enegía de un trueno. Es la más tierna de las criaturas, y el más creativo de los personajes de este mundo.



Conozcamos un poco más los fantasmas internos que lo hacen rey y mendigo, que lo vuelven tirano y el más dulce de los seres.



1 de mayo de 2011

Romero Chombo Karen Paulina

 











 Ordinaria orquídea morada


Esta historia se desarrolla en una ciudad común, con personas comunes y objetos comunes, justo ahí vivía una chica… común llamada Dolly, de dieciocho años de edad, de familia humilde pero no pobre, de estatura, complexión, educación, diversiones, quehaceres, juegos y pensamientos promedio. Dolly era una joven bastante inteligente y muy, muy responsable, obedecía hasta la regla más pequeña y jamás hacia algo que estuviera “mal”.

Tenía entera fe hacia su madre y pasaba todos sus días ayudándola en la organización de su hogar, estaba sumergida en la cotidianidad y en plena juventud estaba encerrada en sí misma, pero en medio de su vida acostumbrada, todavía existía un pedazo de humanidad, ella aún guardaba celosamente un gran sueño, deseaba con todas sus fuerzas ser profesora de una escuela. Desde muy pequeña había anhelado enseñar algo a alguien, pero ¿Qué iba ella a enseñar? si no tenía nada de extraordinario, hasta ahora.

Su madre muy preocupada por su futuro la inscribió a un curso de costura, obviamente ella acepto. El primer día pasó pensando en sus ganas de ser maestra y concluyó que no iba a perseguir esa fantasía y que tal vez la costura sería un futuro prometedor.
Durante su clase estuvo atenta y justo a la mitad tocaron la puerta, entró una muchacha cuyo nombre era Lidia, tenía cabello largo, falda de flores y blusa color negro, se veía un poco despreocupada, autoritaria, diferente a todas las naturalmente bellas chicas del taller y se sentó junto a Dolly  para comenzar a trabajar. Durante el resto de la lección se comportó muy expresiva y alegre, tanto que Dolly pensó que estaba “loca”.

Al salir de la clase Dolly se dirigió directo a su casa y observó que Lidia tomaba el mismo camino que ella, pero la ignoró y continuó. Un día lo inevitable sucedió y las dos se toparon en el camino:
 -Hola soy Lidia ¿cómo estas?
 -Hola- dijo Dolly muy seriamente
 -Sabes, vamos en el mismo taller y es curioso que no nos hablemos ¿no crees?
- Sí, si lo creo.
- Bueno… nos vemos mañana.
-Adiós. 

Ese pequeño encuentro no fue muy grato para ambas, pero no contaban con que esto se repetiría durante todo un año hasta el término del curso para el cual ya eran amigas y cada vez le resultaba menos desagradable que Lidia platicara todo el tiempo sobre las maravillosas flores que crecían en su jardín, –Has visto cómo florecen las orquídeas, son bonitas-, -Has cortado pasto con las manos ¡es divertido!-, a lo que Dolly un poco molesta respondía –No, nunca he hecho eso, me parece pérdida de tiempo-, -Pues algún día debes hacerlo, te invito mañana a mi casa ¿Qué dices? le propuso su excéntrica amiga, -No, no puedo tengo que ayudarle a mi mamá a coser unas cortinas- respondió Dolly y Lidia un poco triste le dijo -está bien, algún día me visitarás-.

Dolly creía que Lidia era una floja que perdía el tiempo viendo flores, pero que después de todo se veía muy contenta siempre, así que un día acepto la invitación para ir a su casa a ver el jardín que tanto amaba su amiga. Fue un largo viaje pero cuando llego se quedo maravillada, miles de orquídeas de muchos colores y especialmente moradas, un pasto verde que se extendía hasta lo lejos. Esa tarde la paso de maravilla observó todas las flores y las disfrutó mucho, se revolcó en la tierra y plantó un árbol, conoció los olores y las texturas de las flores y hasta fue picada por una abeja. Eso le dolió mucho pero por alguna razón no le importaba, estaba feliz de ver que hay otras cosas que sólo estar en la casa ayudando a mamá. 

¡Su mamá! Eso fue lo que termino esta tarde tan magnífica, cuando Dolly llegó a su casa con el vestido lleno de lodo, despeinada y con pasto hasta en los zapatos, su mamá se enfureció y la castigo sin salir un mes. Los primeros días Dolly obedeció su castigo, pero después pensó que no quería que su madre le arreglara la vida, la amaba mucho, pero tenía que seguir su más grande sueño y para eso irremediablemente tenía que dejarla, así que una tarde lluviosa salió de su casa.

Como había estado encerrada exactamente cuatro días, pensó que Lidia se había molestado mucho por su repentina desaparición así que fue a buscarla para disculparse y platicarle el gran paso que había dado, aunque también para estar una vez más en su hermoso jardín.
Realizó toda la travesía hasta su casa y cuando llegó se quedó pasmada al ver que en ese gran lugar ya no había ni casa ni jardín, sólo escombros y tierra suelta. Antes de que sus lágrimas inundaran sus ojos y le nublaran la vista, corrió por todas partes buscando algo o alguien que le diera pistas de lo que había pasado, estuvo en el lugar alrededor de tres horas y cuando se había dado por vencida, debajo de un montón de pasto seco encontró una orquídea morada, que admirablemente estaba intacta. Dolly se quedó mirando la flor un momento y muchas cosas pasaron por su mente, pensó en su familia, en su amiga que había desaparecido, en ella misma y en lo vacía que le resultaba ahora su actual vida. Arrancó la orquídea morada y se fue. Jamás volvió a saber nada de Lidia y no se esforzó por investigar lo que había sucedido.

Se marchó de su lugar natal un día muy soleado y alegre emprendió dos días de camino hacia la ciudad de Macrafoni. Ahí trabajó mucho para lograr su objetivo, no fue fácil pues como extranjera tuvo que aprender costumbres nuevas y codearse con gente diferente para que cinco años después adquiriera un puesto de profesora en la escuela pública de la cuidad. Su primer día de trabajo recordó la vida que tenía a los 18 años, sonrió de una manera extraña, ni melancólica ni divertida más bien un tanto sarcástica y se dispuso a entrar al salón de clases.

La vida de Dolly no fue sencilla pero ahora se  percataba de que tenía algo que estaba dentro de ella y que podía enseñar a los demás. Su primer práctica extraescolar se titulaba “Apreciación de la Naturaleza y la Libertad” en esa experiencia Dolly llevaba a los alumnos a su casa, para ser específicos a su jardín, repleto de orquídeas moradas.  


1 comentario:

  1. me atrapo, me hizo imaginar todo ese hermoso paisaje, sin duda cuando sales de tu rutina te das cuenta que hay todo un mundo distinto por conocer (Leti)

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